“Id por todo el mundo a proclamar el Evangelio”
Este verano he ido de misiones a Uruguay dos semanas con una organización estadunidense llamada FOCUS. Para poder financiar estas misiones, nos animaban desde la organización a que hiciéramos una recaudación de fondos para hacer partícipes a las personas de nuestro alrededor de la misión. De esta forma, tú eres el que te vas de misiones, pero vas en nombre de toda una comunidad de personas quienes cuentan con tus oraciones. Para llevar a cabo mi recaudación de fondos, empecé vendiendo pasteles y madalenas a la salida de misa de 10 y de 12 en la parroquia de Santa Maria del Remei. La respuesta por parte de los parroquianos fue muy generosa. Junto con lo recaudado en otros eventos y donaciones particulares, llegué a mi objetivo y pude irme de misiones. A Uruguay, fuimos un grupo de 10 personas, todos procedentes de distintas ciudades de los Estados Unidos y yo, de Barcelona. La ciudad en la que estábamos se llama Minas, que se encuentra a casi dos horas de la capital, Montevideo. Uruguay es el país más ateo de América y solo un 6% practica la fe católica. Nosotros colaborábamos directamente con la que había sido su catedral y nuestra misión allí se dividió en 5 ambientes.
La juventud; en Minas había jóvenes que practicaban la fe y otros que no tanto, pero sus familias tenían mucha relación con los sacerdotes. Nuestra labor con ellos fue conocerlos, interesarnos por ellos, por sus inquietudes, ser sus amigos. El puerta a puerta; nos dividimos en 3 grupos y cada grupo íbamos por una calle picando a todas las casas a hablarles de Dios. Lo que hacíamos era presentarnos como misioneros católicos y preguntarles si querían hablar con nosotros. Dependiendo de la respuesta les preguntábamos un poco sobre ellos y sobre su fe y les preguntábamos “¿Quién es Jesús para ti?” y luego rezábamos con ellos. Los niños; en una capilla de un barrio muy humilde, organizaban cada sábado lo que llamaban el merendero. Un espacio donde los niños jugaban, merendaban y luego recibían catequesis. También estaban los padres de los niños por allí y algunos de los jóvenes jugaban con los niños. La mayoría de los niños que venían, sus familias, no practicaban. Nuestra misión con los niños era intentar transmitir esa alegría y animar a los que organizaban esto. Los ancianos; había una señora que se llamaba Fausta y se encargaba de ir a dar la comunión a las residencias de ancianos. La acompañamos a varias residencias, hablamos y cantamos canciones de misa con los ancianos. La vida parroquial; además de hablar y conocer a las personas con las que coincidíamos en la misa y la adoración diaria, organizamos unas proyecciones de la serie The Chosen en un local de la parroquia para todas las edades. Muchas personas se sienten muy solas y estos actos ayudaban a crear comunidad.
El Señor ha derramado muchas gracias en estas misiones y estoy muy agradecida de haber sido instrumento. Quiero agradecer a todos los que encomendasteis la misión y contribuisteis económicamente. La misión no se ha acabado, la misión sigue en Barcelona en los ambientes en los que me toca estar. Es un don y una tarea.
Montse Ainchil Cayuela